El 18 de julio y los colegios de la República

“La enseñanza primaria será gratuita y obligatoria (…) La enseñanza será laica, hará del trabajo el eje de su actividad metodológica y se inspirará en ideales de solidaridad humana…”.Artículo 48 de la Constitución de la II República Española.Si hubo un ámbito en el que la II República Española no fue una utopía, o un sueño romántico, fue en el de la Educación. Por eso existió aquel sangriento 18 de julio de 1936. Aquel día de estío, de vacaciones escolares –en un interminable verano como nos recordaba Fernán Gómez en Las bicicletas son para el verano-, el sablazo franquista inició una barbarie que se extendería durante tres años con una persecución sistematizada durante casi cuatro décadas más.


Los avances eran demasiado importantes, el progreso se instaló en la agenda de la República y el fascismo reaccionó con sus cómplices de siempre. Un baño de sangre. Tres años de dura defensa de la legítima democracia no fueron suficientes y España se convirtió en una cárcel con olor a miedo, a rancia sotana, a persecución y mujeres en casa con la pata quebrada.

Como se narra en el documental La República de los maestros, la depuración no se hizo esperar, primero contra los jueces y fiscales que aplicaron las leyes y después contra los maestros y las maestras. Tres de cada diez fueron castigados de una forma u otra con traslados, jubilaciones anticipadas, inhabilitados para la enseñanza por unas comisiones integradas por Falange, la Iglesia y vecinos de buenas costumbres que sancionaban incluso “haber realizado auto stop”.


Es incuantificable el número de maestros que pueblan las cunetas de España. La opacidad, la losa franquista impide conocer el número de enseñantes asesinados por “inocular el virus republicano”, tal como proclamaba el franquismo. De esa depuración también fueron víctimas los centros escolares construidos durante la República, cuyos nombres arrebató la propaganda franquista de la memoria y de la historia. Nombres que hoy peleamos para que se restituyan. Nombres que fueron barridos por el fascismo, con decretos fascistas, que no han sido derogados.


Así, una Orden Ministerial plasmada en el BOE de 22 de octubre de 1938 ordena que: “Por todos los Ayuntamientos de la España liberada se procederá la revisión de los nombres que tenían las Escuelas y Grupos escolares con anterioridad al 18 de julio de 1936, con el fin de que su denominación responda plenamente a los ideales de nuestro Movimiento Nacional”.


Pocos días después de que los golpistas hubieran “alcanzado sus últimos objetivos militares”, entraba en vigor la Orden de 20 de abril de 1939 que cambiaba los nombres de dieciséis Grupos Escolares. La orden está argumentada de esta manera: “El régimen republicano, definitivamente abolido en España, sirviendo orientación de las logias, y persiguiendo grabar en la mente de los niños al exaltar las figuras representativas del marxismo internacional de la revolución marxista y literatos de la derrotista generación del año 98, aquellos falsos valores que habían de influir en su formación intelectual y moral, utilizó los Grupos Escolares de Madrid para la consecución de sus fines morbosos, antipatrióticos y descristianizadores”.


Por ejemplo, el Grupo “14 de Abril”, pasó a denominarse “José Calvo Sotelo”; “Pablo Iglesias”, se rebautizó como “José Antonio Primo de Rivera” o “Nicolás Salmerón” se convirtió en “General Mola”… Frente a esta barbaridad histórica surgió recientemente la Plataforma por la Restitución de los nombres de los colegios de la Segunda República, de la que las Comisiones Obreras somos parte activa. En un acto realizado en mayo frente al Grupo 14 de Abril, inaugurado por don Niceto Alcalá Zamora en 1931, recordé que los maestros y maestras de la República son nuestros referentes en la educación del futuro. Aquellos docentes abanderaron una educación transformadora, moderna, de cambio, igualitaria, justa, democrática, que apostó por una ciudadanía libre, de igualdad y fraternidad”.


Igual que siento un enorme orgullo porque tres docentes de la República formen parte del callejero de Madrid: Justa Freire, María Sánchez y Ángel Freire; sería de justicia que la Comunidad de Madrid desatasque los bandos franquistas y vuelvan a lucir sus nombres originales los Grupos Escolares construidos durante la República.


Hay que rehabilitar nombres y explicar que en muy pocos años la República hizo realidad un nuevo modelo de Educación, del que hoy día debería tomarse nota, comenzando por la construcción de centros en vez de su desmantelamiento. La II República puso en marcha un plan quinquenal de construcciones nunca visto. Planificó 27.000 escuelas, de las que pudo construir 16.000, superando las previsiones en el primer bienio. Eran construcciones basadas en la fe en la ciencia y la razón; espacios abiertos, libres, iluminados…


Fueron centros dirigidos por gentes con vocación, gente entusiasta a las que su profesión docente se dignificó con una carrera universitaria de Magisterio, basada en metodología pedagógica. Los maestros, en 1931, tenían los salarios más bajos de la clase obrera, dando argumento al dicho “pasas más hambre que un maestro de escuela”. Una de las primeras medidas fue alentar cursos de reciclaje y subir los salarios, hasta las tres mil pesetas, a esas 52.000 personas en cuyas manos estaba el futuro del país.


No fue una utopía. Hubo hechos que pusieron a nuestro país en la vanguardia de la Educación en un tiempo en que el 80 por ciento de la población vivía en el subdesarrollo económico y cultural. No podemos olvidar a quienes hicieron posible un sueño que no se desvaneció, sino que fue asesinado.