Sin supervillanos no hay superhéroes
Material escolar impecable. Instalaciones en perfecto estado. Aulas alejadas de la masificación. El retrato de la situación de la educación pública madrileña que dibuja el spot que ha lanzado este mes la Comunidad de Madrid parece sacado de una serie de ciencia ficción. En el vídeo -que forma parte de la campaña de comunicación que el Ejecutivo de la región ha lanzado con motivo del Día Mundial de los Docentes- los maestros y las maestras aparecen tranquilos, con gesto relajado. Ni rastro del estrés que sufrimos por tener que atender a muchos más estudiantes de los que permiten las ratios legales o por vernos obligados a dar clase en aulas a medio construir.
Poco importa nuestro caótico día a día. “No dejes que la verdad te estropee una buena historia”, debieron de pensar los publicistas que dieron forma a una campaña que ha costado cerca de un millón de euros (casi la misma cuantía destinada a todos los comedores escolares de nuestra comunidad durante el último verano) y que, según Ángel Garrido, busca reconocer la labor docente del profesorado madrileño. Lo hace a través de un lema que este mes copa las marquesinas de autobús, las páginas de periódicos y las cuñas publicitarias de numerosas radios de la región: “Si tuviera superpoderes sería maestro. Los profesores de la Comunidad de Madrid trabajan para hacer de este mundo un lugar mejor. Reconoce y apoya su labor”. Un mensaje que podría funcionar a la perfección si no fuera porque deja traslucir la hipocresía y la torpeza comunicativa del Gobierno de la Comunidad. Porque al tildarnos de superhéroes lo que está evidenciando es que sí, ciertamente parece que necesitamos tener superpoderes para llegar a cubrir la situación de desamparo e indefensión en la que el Gobierno del Partido Popular ha dejado a las escuelas públicas madrileñas. Porque no hay superhéroes sin supervillanos.
Actuamos como superhéroes cada vez que nos rompemos la cabeza y tiramos de creatividad para conseguir que todos los estudiantes aprendan, aunque muchos no puedan costearse el material escolar y unos libros de texto que siguen lejos de ser gratuitos en la región y que, como máximo, son financiados mediante becas-préstamo para unos muy pocos. Actuamos cada superhéroes cada vez que nos dejamos la voz para intentar mantener la atención en aulas sobrecargadas, donde se agolpa tanta gente que lograr silencio se convierte en una labor titánica. Actuamos como superhéroes cada vez que dedicamos horas de más para poder hablar con las familias de todo nuestro alumnado y corregir cada uno de los trabajos exámenes, porque con más alumnos y alumnas por clase de los que caben en las aulas es complicado encontrar hueco para todos.
Lo hacemos, a pesar de que estamos entre el profesorado que menos cobra de todo España y que más horario lectivo desarrolla, porque tenemos una pasión por nuestro trabajo y una vocación de servicio público de la que carece el Gobierno madrileño. Precisamente por eso nos parece intolerable que se atreva a utilizar nuestro compromiso para intentar eludir su responsabilidad a la hora garantizar una educación pública a la altura de la ciudadanía madrileña. No podemos seguir actuando como parches a su nefasta gestión, menos cuando lo hacemos a costa de comprometer nuestra salud y nuestras horas de sueño. No necesitamos ser superhéroes, necesitamos recursos.
Nos negamos a participar en una campaña que es un intento de lavado de imagen, tan burdo que resulta insultante. Es una desfachatez que desde el Gobierno madrileño se atrevan a utilizar en el lema de la campaña la oración “reconoce y apoya la labor del profesorado madrileño”, cuando ellos son los primeros que no lo hacen cada vez que incumplen el Acuerdo Sectorial que firmaron con los sindicatos al principio de este año, cuando imponen pruebas externas que cuestionan nuestra labor y criterio profesional o cuando persiguen, reprimen y represalian todo signo de discrepancia con sus políticas y con el adoctrinamiento que imponen en los centros educativos madrileños a través del currículo. Si de verdad quieren poner en valor nuestra dedicación, la solución es fácil: la próxima vez que les parezca una idea brillante invertir 900.000 en una campaña relacionada con la enseñanza, que sea para mejorar la realidad en vez de para construir un relato de ficción.